Alrededor del año 1350 a. C., el faraón Amenofis IV sucede a su padre
Amenofis III. Desde su llegada al poder se opone tajantemente al culto
politeísta de sus ancestros. Para él, no hay más que un creador del
universo: Aton, el dios solar. Amenofis IV se hace llamar Akhenaton y
decide fundar una nueva capital: la ciudad de Akhetaton, hoy en día Tell
el-Amarna. Cuando en 1925 los primeros vestigios de esta ciudad fueron
descubiertos, los egiptólogos no daban crédito, ya que era una auténtica
revolución para la época, no solamente religiosa, sino también
artística.